

Posees unos ojos físicos y otros espirituales. Con los ojos físicos contemplas el mundo material, pero en la vida hay algo más que materia. Con los ojos espirituales te permites ver el reino de la posibilidad divina.
Tu verdadero yo no es gordo ni flaco. De hecho, tu verdadero yo ni siquiera es un cuerpo, sino más bien un espíritu... una energía... una idea en la Mente de Dios. Cuanto más te identifiques con la luz que vive en ti, más ligera te sentirás. Y conforme tu mente se vaya llenando de luz, se irá materializando un cuerpo más liviano.
El miedo te ata a la tierra literalmente, pero el amor te da alas. Cualquier tema, energía, circunstancia, pensamiento, sentimiento, interpretación, perspectiva, objetivo, sustancia o relación que fomenta el temor alimenta tu miedo. La cuestión es: ¿qué te asusta tanto?
Lo más natural sería responder que tienes miedo a seguir engordando, a no controlar tu apetito, a no quitarte de encima al diablo que te tienta... Sin embargo, bajo ese temor se oculta otro aún mayor. Tu terror más profundo no guarda relación con la gordura sino con la delgadez. Lo que más te asusta es ser hermosa. Hay muchas maneras de esconderse, y el peso es una de ellas.
A medida que tu miedo vaya desapareciendo, tu cuerpo se reducirá también. Cuando ya no temas tanto el mundo que te rodea, te sentirás más cómoda en él. Al estar más a gusto en el mundo, te encontrarás mejor en tu propia piel. Y cuando eso suceda crearás, inconscientemente, el cuerpo que te gustaría tener.
MEDITACIÓN
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