

La tendencia de sobre peso no guarda relación con los alimentos, sino con las relaciones. Al sentirte separada de los demás, has construido un muro; después, por culpa de esa barrera, te sientes aún más aislada de los demás. La separación se ha convertido en una constante, no sólo en relación con el peso sino con otros aspectos vitales también.
No tiene ningún sentido que te propongas perder peso en tanto no adoptes la postura existencial de desear realmente estar cerca de los demás. Mientras eso no suceda, la necesidad inconsciente de levantar barreras será más fuerte que cualquier dieta.
Esta lección se centra en tu relación con los demás, puesto que tus hábitos de alimentación se alojan en una «zona de soledad». Allí no hay nadie que te diga: «No lo hagas»; eres libre de dar rienda suelta a tu ansia más profunda sin que nadie te regañe. Cuando estás a solas con el hambre, no tienes fuerzas para oponerle resistencia. Y por eso la soledad es tan peligrosa.
En realidad, todos albergamos cierta tendencia a separarnos de los demás. La soledad posee una cualidad espléndida, pero el aislamiento no. El aislamiento es una defensa contra las relaciones. La huida a la soledad incluye: devorar lo primero que encuentras (¡las galletas saladas con chocolate deshecho no están tan mal!) hasta atiborrarte delante de la nevera en mitad de la noche.
El objetivo es empezar a desmontar este hábito de aislamiento y ayudarte a salvar el muro que te separa de los demás, creando un patrón de acercamiento en aquellas regiones de tu corazón que están entumecidas. Tal vez te estés diciendo que mantienes unas relaciones maravillosas con los demás, y es posible que así sea. El aislamiento, sin embargo, actúa como una brecha que interrumpe la maravilla de relaciones humanas.
Y cuando hablamos de aislamiento, no sólo es hacia otras personas, sino también a la desatención a las necesidades propias. Para salir de la zona de soledad, debes entrar en el área de conexión.
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